domingo, 14 de fevereiro de 2010

Domingo

Ese día, se había levantado sin ningún propósito determinado. Ninguna meta interna o externa a alcanzar. Estar aquí, ahora, lo más plenamente posible. Veía a su lado la mujer amada, aún dormida. Fueron a la playa. El sol ardiente los obligó a volver. La lluvia dejara un aroma de tierra mojada. Los transeúntes iban y venían por la calzada al borde del mar. Una manga caída en el camino fue el comienzo del desayuno. La casa del vecino, con sus flores blancas. Un portón abandonado. Las flores en el camino. Tomaron el desayuno. Café con leche con galletas integrales y manteca. Dulce, queso. El día comenzaba. La llevó a su casa. Tantas cosas en tan poco tiempo. Ella iría a casa de sus padres, ya viejitos, a acompañarlos. Te dejarías llevar por el día. Le escribieras a tu hija que vendría a visitarte. Escribirías estas cosas que ahora lees y se quedan en esta hoja.

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