terça-feira, 16 de fevereiro de 2010

Hacer poesía de las piedras

Hay días en que te levantas como hoy, sin ningún propósito o intención determinados. ¿Por qué habrías que tenerlos? ¿No basta estar vivo? ¿No es bastante haberla visto a ella a tu lado y haber respirado juntos? Haber comenzado el día en ese espiarse el uno al otro al borde del sueño, al borde de la vida que comienza, que continúa, que sigue como si nunca fuera a interrumpirse, como si no hubiera nada que la pudiera entrecortar. Toman el café, vas al jardín con ella y esperas que se quede. Talvez siempre soñarías con un día en que ella no se fuera, un día en que ella se quedara en casa. Hablan en la mesa, desayunando. Recordarías para siempre este día. Hacer poesía de las piedras. Eso fue, eso es tu vida. Hacer poesía de las piedras. Vuelves a casa y escribes estas cosas mientras los autos pasan, incesantes. Un poema de Borges, Límites, te recuerda lo humano. Saber lo que se quiere, aunque sea un arduo camino. ¿Lo sabrías un día? Hacer poemas de las piedras. Poemas de las piedras. Hacer poemas de las piedras. Eso fue, eso es, eso será para siempre tu vida. Hacer poema de las piedras. Recordaron los días en que se encontraron. Los días en que se esperaban, distantes, soñándose. Recordabas, recuerdas ahora una canción que cantabas en Ipiranga. Que é que há, ¿te acuerdas? Sabías ya de ella sin saber. De algún modo sabías. Dios, que todo lo sabe y dispone o permite, hizo el camino hasta unirlos, hasta este día de febrero en que estas líneas se escriben y las lees.

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