terça-feira, 11 de setembro de 2012

Meditando

Hay veces en que uno está super enfermo de la cabeza, y se hace el que no sabe por qué. Sabe, siempre sabe, aunque se haga el distraído. No es que haya grandes dramas en tu vida, no, para nada. Al contrario, más bien dirías que está todo bien. Pero de pronto alguna cosita no sale como querrías, y te rayás que no puede ser. Alguien te corta la electricidad de la casa justo cuando estás respondiendo un e-mail y le saltás encima como fiera brava. O bien ponen la TV a todo volúmen en la sala y salís como toro bravo a defender tus derechos. No hay cosas muy endiabladas en tu vida. De mañana, estabas como que en el propio paraíso, el cielo en la tierra. Pero el dia va pasando y te vas rayando. El tránsito, estas enfermedades domésticas. Nada de más, pero en fin, ya no falta mucho para que este día termine. Y mañana tendremos más. Eso es lo que uno espera. No más de lo mismo, o por qué no. Leías un libro hindú sobre los chakras, y la identidad del ser humano con Dios. Dios no hay que buscarlo, pues esto haría pensar que no eres Él, decía el libro. El Reino de Dios. Muy lindo. Va y viene el camino, como dice el I Ching, el libro de las mutaciones. Otra vez la TV en la sala te empieza a irritar. Esas vocecitas de la novela odiosa. Entonces recuerdas el niñito que andaba por debajo de la mesa en la casa de tu amiga. Y el cuadro en la pared. Che, pero por qué no se van a hacer ruido en la loma de los quirquinchos, como decía mamá. Y entonces recuerdas lo que decía Osho: es fácil meditar en el desierto, tratá de meditar en el mercado. U oyendo una novela. Recuerdas el libro de Marcel Proust que estás leyendo, En busca del tiempo perdido: No caminho de Swann. Las primeras memorias. El encuentro con el viejo colega profesor en el sindicato. Los árboles verdes de la Universidad. Los caminos. Las charlas con ella. Ella, Always She. Mejor una familia ruidosa que ninguna familia. Es muy lindo. Más vale. É isto.

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