quarta-feira, 12 de dezembro de 2012

Inclusión literaria

A veces me veo frente a la hoja y me dan unas ganas no sé muy bien de qué. De poner alguna cosa, de decir algo, de comunicarme con alguien. Escribir tiene para mí algo de mágico. Uno va creando mundos que después habita. De tanto ir escribiendo, a lo largo de los años, es como si me hubiera ido transponiendo de a poco o de a mucho, en las hojas que he escrito. Tengo la imprsión de que esto comenzó cuando yo era muy chico. No eran solamente las hojas que yo escribía, las cosas que yo iba escribiendo, sino también, y muy fuertemente, lo que yo iba leyendo, lo que iba encontrando de mí en los libros. Ahora que ya ha pasado tanto tiempo en esto de ir poniéndome en las hojas, de ir escribiendo en hojas que se han ido yendo, que han ido llegando a tus ojos, a tus anteojos, que han salido a andar por ahí, ya me parece que cada vez más me he ido incorporando a una realidad literaria que me incluye, que incluye todo lo que existe. Es un poco lo que dijo Jorge Luis Borges, de que los libros son extensiones de la memoria y de la imaginación. También de la experiencia. Y también aquello de Julio Cortázar, tan magistralmente dicho en La vuelta al día en 80 mundos: qué él nunca se había encontrado en la llamada realidad cotidiana, pero sí en los libros. Uno se fue encontrando allí, allí se fue quedando, fue haciendo su casita, muchas casitas, un mundo, y se quedó a vivir allí.

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