Contemplación
Estaba
viendo una foto de una mujer bellísima que una amiga puso en el
Facebook. Miraba esa imagen. Me daba cuenta de que esa belleza toda
estaba allí. Ese cuerpo desnudo era como una estatua. Una fijación
en el tiempo. Ahora a la tarde, volví a sentir sensaciones antiguas,
sensaciones primeras. Ese tiempo primordial es muy interesante. Tengo
la impresión de que ese tiempo original, ese tiempo de las
sensaciones primeras, está en un lugar de nuestra memoria, y en
algún momento irrumpe. Es como lo que sentí con las primeras flores
que ví, cuando niño. En algún lugar están esas sensaciones, esos
sentimientos, que me remontan a un tiempo tan bueno. Un tiempo muy
agradable. No son evocaciones que uno busque intencionalmente, sino
que se presentan por sí mismas. De algún modo, creo que un escritor
o una escritora, así como muchas otras personas de cualquier otra
profesión, estamos siempre volviéndonos hacia ese tiempo primero.
Es como si la literatura, el leer y el escribir, la poesía, la
convivencia familiar y fraternal, la coexistencia con las personas
más próximas con las cuales compartimos sueños y esperanzas,
afectos, fueran constantemente remitiéndonos hacia la infancia, pero
no de un modo totalmente explícito. A veces es explícito, sí, ¿no
sé si me explico? Pero otras veces esto de andar tratando de
capturar lo nuevo del instante, esto de andar tratando de agarrar lo
que no se repite en cada circunstancia, se me ocurre que de pronto
puede estar abriéndonos a la percepción de ese tiempo unificado
cuyo recuerdo nos reaviva y nos revive, nos reinstala en la eternidad
del ahora. La atención a lo bello, esa especie de éxtasis que
siento al ver algo bello, no importa qué sea, me da la impresión de
que es un camino corto, al alcance casi en cualquier momento.
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