Muchas son las veces que veces que vuelvo sobre mis
anotaciones. Lo hago con distintos propósitos, pero siempre encuentro alguna
novedad. Ecos de otros tiempos. Reverberaciones de situaciones vividas. Y, más
fuertemente, una sensación de enraizamento, de pertenencia, de estar donde debo
estar, haciendo lo que debo hacer. Es como si al volver una y otra vez sobre estos
recortes que he ido elaborando sobre mí mismo, mis vivencias, gente que conocí,
yo mismo me fuera recomponiendo. Voy recuperando una sensación de unidad, de
estar presente. No importa lo que haga o esté vivendo, de algún modo está
contenido en alguno de mis escritos, sea por presencia o por ausencia, por
alusión. Así la vida tiene un sabor redoblado. Es como si estuviera viviendo en
un mundo que yo mismo hice. Un mundo familiar. Esto lo he dicho ya muchas
veces, y lo seguiré diciendo, pues es una de las razones más poderosas que me
mueven a escribir. Algunas personas se ven reflejadas en lo que escribo, y me
lo hacen saber. Así este acto que podría ser o parecer solitario, es comunal, comunitario,
integrado e integrador. Colectivo y plural. Es como si entre muchas manos, el
mundo fuera siendo remodelado cada vez que sufre un golpe, o que aparece una hendidura.
También es como si se fuera reponiendo una sensación muy antigua, infantil, de
paz, de tranquilidad y alegría serena. Así, a través de este acto aparentemente
tan simple, voy recuperando no solamente mi propia sensación de unidad y
pertenecimiento, sino que también voy cosiendo de nuevo el hilo de mi vida. Voy
reponiendo una sensación de continuidad, de integración e integridad, que a veces
puede haberse ido perdiendo un poco.
Nenhum comentário:
Postar um comentário