sábado, 3 de janeiro de 2015

Despertando

Había empezado el día, aparentemente de manera parecida a muchos otros días. ¿O sería que mi atención todavía no estaba demasiado aguzada? El sueño de anoche. El frescor de la mañana. El canto de los pájaros. Mirar por la ventana a ver cómo estaba el tiempo. Unos matecitos. El diario. El horóscopo. La cartelera cinematográfica con algunas opciones posibles. Más recuerdos del ayer y de antes de antes de ayer. Los ayeres son como los pisos sucesivos de una pirámide sobre la cual el ahora está instalado. El cariño de amigas y amigos. El cariño de mis hijos e hijas. Las imágenes de estos últimos encuentros, que pueblan mi interior. La película de anoche. Papá despertando. Sobre el ahora converge “abrumador y vasto el vago ayer” (Jorge Luis Borges, El despertar). Tantos recuerdos. Tantos pero tantos. ¡Tantas otras mañanas, en esta misma casa y en otras tantas casas a lo largo de ya tantos años! El tercer día del año está empezando. Y no deja de haber una cierta sorpresa. Aquella misma de tantas otras veces. La sorpresa de estar vivo. Respirando. Escuchando. Sintiendo el aire entrar y salir. Entra y sale el aire. Pulsando. La vida va y viene. Va y viene la vida. El aire. La vida. Sigue llegando el ayer a raudales. Como si este instante estuviera en realidad cercado o impulsado por una infinidad de momentos pasados. Los sueños. Las posibilidades. Las propensiones. Las proyecciones. Los deseos. Todo lo que es el vivir, el estar vivo.

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