Siento necesidad de estar conmigo. Refluir hacia mí mismo. Estar
íntimamente con mi propio ser. Las cosas que dan sentido a mi mundo:
familia, comunidad, literatura. Oración, Dios. Solidaridad, crecer
juntos. Espacios y momentos de reconocimiento recíproco. Un almanaque.
Una sonrisa. Deseos. Felicidad. Paz. Tierra. Sol. Montaña. Ríos. Agua.
Amor. De repente siento la necesidad de remontar hasta la fuente. Volver
al origen. Retornar a ese lugar y a ese tiempo primero. Poder
nuevamente respirar en ese clima en el que me he ido construyendo y
constituyendo desde el comienzo de mi vida hasta el momento presente.
Hasta este mismo instante en que escribo estas cosas.
El escribir y compartir son momentos indispensables en el
crecimiento. Las vivencias más internas y esenciales se van consolidando
en la medida en que nos hacemos cargo de ellas. Esto quiere decir: en
la medida en que las reconozco como mías y me reconozco en ellas. De lo
contrario, uno puede sin darse demasiado cuenta de ello, irse
distanciando de sí mismo. Uno puede sin ser demasiado consciente de
ello, ir abriendo una fosa, un espacio de disociación, una brecha de
desconocimiento y alienación dentro de sí mismo.
Para que esto no ocurra, sigo insistiendo en lo mismo. Una y otra vez
volver a mirar hacia la trayectoria de mi vida como una unidad, una
continuidad, un esfuerzo permanente y consistente por vivir mi propio
ser, por ser verdaderamente la persona que soy. Con mis raíces y mi
historia. Mis sueños e ideales. Mis deseos y utopías. Esto es algo muy
concreto. Me reconozco en cada paso de mi caminar. Aún en aquellos
momentos de mi vida en que pareció que estuve ajeno a mí mismo. De
alguna manera, aún en esos momentos, seguía manteniendo una chispa de
consciencia en la que me seguía apoyando. Esa tenue luz se llama fe.
No podría vivir sin fe, y no vivo sin fe. La fe es la esencia de la
propia vida. La fe es la esperanza, es la confianza. Es la fuerza que
nos mueve y que me mueve, como ser humano. Reconozco esa fe en mis
acciones en los años 1960 y 1970, que vuelven muy frecuentemente a mi
memoria. Acciones en el sentido de la resistencia a la opresión, a la
arbitrariedad y a la violencia de estado. Acciones colectivas en el
sentido de la justicia y la solidaridad. Las oportunidades para todos y
todas, como se dice hoy.
También sigo reconociéndome especialmente en el ámbito de mi familia.
Las relaciones de amor y de coexistencia en el espacio familiar. Sigo
reconociéndome y tengo la impresión de que cada vez me seguiré
reconociendo más, en el ámbito de la creación artística y literaria, la
vivencia de lo poético en lo cotidiano. La construcción de espacios de
reconocimiento recíproco y crecimiento en el ámbito de la Terapia
Comunitaria Integrativa, en la que veo un instrumento al alcance de toda
persona que quiera tenerse de vuelta.
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