terça-feira, 10 de novembro de 2015

Retomando lecturas

Hace un rato, estuve leyendo, alternadamente, de Graciliano Ramos, Caetés. De Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca. Y finalmente, ahora ya de noche, de Mercé Rodoreda, La calle de las camelias. Todos libros que ya había empezado a leer, y que estaban como se dice, en lista de espera. Una lista de espera que nunca se sabe cuándo va a avanzar. El caso es que empecé, esta tarde, con la continuación de Caetés. Me llamó la atención, como otras veces, que al sumergirme en la lectura, iba entrando como que en un espacio en el que se iban incluyendo o estaban ya incluídas, personas y personajes de otros libros del autor, y también gente que yo he conocido, o que asocio a estos y otros libros. El caso es que a través de la lectura, me fui introduciendo en un mundo vasto y acogedor, del que formaban parte mi madre y mi padre, en mis tiempos de niño, ya que ellos siempre me estimularon a leer, desde muy temprano. También entraba, como dije, en espacios construídos por Graciliano Ramos en Angústia, y me alegraba y agradaba verme inclído em esse universo mágico. Me dí cuenta de que estaba leyendo, como otras veces, sin importarme mucho si entendía o no lo que estaba escrito. Disfruto de la lectura, como quien saborea algo bello. Algo que contiene una belleza intrínseca. Me reía cuando encontraba alguna de esas frases maestras del escritor alagoano. ¡Qué maravilla poder ir hacia estos mundos de imaginación y sensaciones a los cuales el escrito nos va llevando! Con García Márqez y El otoño del patriarca, me sucedió que proseguí la lectura, en una página en la cual proseguía una frase interminable que ya venía durando varias páginas, y seguiría sin encontrar un punto, por varias páginas más. Me daba cuenta de que el autor estaba hilvanando varias formas de relatar, intercaladas, y me alegró estar apreciando esta maestría, que me llevaba a episodios de la vida de un personaje que se supone sea Simón Bolívar. Disfruté de esa liberacón de la palabra, que rompe com las reglas habituales, derramándose en un río narrativo en el que aquí y allí, se van como formando unidades de sentido, de una manera que ahora no sabría bien como decir que es. Finalmente, continué leyendo La calle de las camelias, de Mercé Rodoreda. La personaje mujer, cuenta de sus encuentros con un amante, de manera poética. Es fascinante como un ejercicio, un juego, pasatiempo, no sé como llamar estas lecturas no programadas, puede hacerle tanto bien a uno. 

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