segunda-feira, 11 de janeiro de 2016

Escribiendo

Hay veces que me pongo a escribir no tanto por tener algo determinado para expresar, sino más bien por la necesidad de estar donde me siento bien. Me siento bien en la hoja. La hoja es el mundo que he venido haciendo y sigo haciendo con mis escritos. Aquí me hago y me deshago. Me rehago. Aún lo que no escribo, ya está escrito, ya fue escrito anteriormente, y forma como que el mundo en el que me he venido insertando y me sigo insertando continuamente, cuando escribo. Así, vivo en un mundo que he ido haciendo y sigo haciendo con mis manos, en cada una de estas anotaciones, desde el comienzo de mi vida. Mi vida pasada, presente y futura. La gente que conocí, los lugares donde estuve, las experiencias que pasé, de toda suerte, está todo aquí. Así que escribo para estar conmigo, para tenerme de vuelta cada vez que la vida me destruya, cada vez que me parezca que me estoy diluyendo otra vez en la nada o el extrañamiento. Escribiendo me organizo, me pertenezco de vuelta. Vuelvo a ser yo, una y otra vez. Cada vez más yo. Y aquí también está todo lo que es valioso, y aún mis vulnerabilidades, que me alertan de continuo sobre lo que debo evitar, y me recuerdan, al mismo tiempo, que tengo una historia y que soy un niño que necesita una y otra vez, incontables veces, saberse amado. Saber que fue amado aún antes de haber nacido y hasta ahora. Aquí me reconozco en las historias de la gente con quien convivo o he convivido. Me descubro humano, no un super-nada, ni un infra-nada. Solamente yo. Por eso escribo, escribo aún cuando no escribo. 

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