Un domingo en el que
intenté sustraerme al menos en parte, de lo que quieren que piense y
sienta todo el día. Aquello que de tan repetido, parece ser el tema
obligatorio. El golpe que se viene ejecutando desde hace por lo menos
dos años, para quemar la imagen de Lula y del PT, y la presidenta de
Brasil, Dilma Rousseff. Quemarlos y sacarlos del juego. Que vuelva el
Brasil de las élites. El país de los doctores y doctoras. El país
de la concentración de renta y de la exclusión social. Digo que
intenté y traté, y por momentos conseguí, sustraerme de este clima
y de este tema. Tratar de ver que también está la playa, están las
flores, la oración, la familia, los amigos, los colores. Sobre todo
los colores. Los colores, donde todo se resume y todo está
contenido. Fui y vine. Un vaivén, como las olas. Pero ahora que ya
la noche. Ahora que las estrellas. Ahora que el tiempo ya empieza a
dar esa especie de vuelta sobre sí mismo en dirección hacia el
nuevo día, ahora, en esta hora, vengo de nuevo al lugar que me es
más familiar. Y aquí, desde aquí, dejar como tantas otras veces,
que se asome ese otro lado, el lado no manipulable de la realidad, y
que está fuera del alcance de las redes de TV corruptas y
corruptoras. Es una lucha, una pulseada. A veces ganan ellos, otras
veces gano yo. Y en esos breves momentos en que otra vez aparece la
rendija, la grieta, la hendidura por donde puedo mirar la eternidad
adentro mío y aquí afuera, aflojo un poco y simplemente me dejo
estar.
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