Sobre la arena, la
espuma era como cristales transparentes. Rosarios de vidrio líquido,
que venían a mis pies y se iban. Recordé un poema mío de muchos
años atrás, que dice: “No es difícil ser poeta en João Pessoa.
Basta llegar a la beira mar, y ver el rosario de luces que une Cabo
Branco a Cabedelo.” En la playa, la humanidad. Mujeres tomando sol.
Gente jugando a la pelota. Niñitos haciendo sus cabriolas, o
simplemente andando por ahí, de la mano de su padre. Las sombrillas.
Los vendedores de barriletes. Los barcos, como pintados sobre el mar
turquesa y verde. Al volver al veredón, la policía militar, en el
busto de Tamandaré. ¡Tantos
recuerdos, en este pequeño pedazo de mundo tan mío! Pertenezco a
este lugar, más que a otros lugares. Aquí me planté, eché raíces.
Aquí voy viniendo a mí, voy volviendo a ser la persona que soy. Voy
deshaciéndome de las máscaras con que me cubrí durante años. Es
tan tranquilo, ser uno mismo. Se parece más a un fluir. Dejar de
querer empujar el mundo.
Nenhum comentário:
Postar um comentário