Entonces ver que el día ya ha comenzado. Sentir el canto de
los pájaros, y saber que habrá que ir haciéndose un lugar del lado de acá. El
lugar ya está, pero es como si no hubiera nada. Empezar de nuevo. ¿Qué puedo
hacer por mí y para mí? ¿Qué he estado haciendo por mí y para mí? Seguir haciéndolo.
Buscar nuevos rumbos. Puedo ir a cuidar de las plantas, como lo hago siempre.
Esto me alegra mucho más de lo que soy capaz de expresar. Puedo escribir, que
es lo que más me va abriendo a mí mismo y al mundo alrededor. Puedo ver la belleza
que me rodea, lo cual es un camino seguro a la felicidad, la plenitud y la
alegría. Puedo leer, que siempre me da la certeza de que tengo un lugar preciso
en el mundo. Y también puedo no hacer nada, y dejarme llevar. Dejar que el día
y que el Dios que me habita y que dirige los rumbos de todo lo que existe, me
muestre un camino.
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