Al ver estas palabras en la hoja, respiro
aliviado. Un día ha comenzado. Un día es todo el tiempo. Recuerdo
las búsquedas de ayer, por las calles de João Pessoa. Muebles para
la casa de campo. A medida que voy escribiendo, siento una sensación
de estar aquí. El tiempo pasado y este ahora, son un solo tiempo.
Podría parar ahora, pero me dan ganas de proseguir. Es como si la
vida dependiera de que este escrito siguiera. El canto del benteveo.
Otros cantos de pájaros. Cosas que me he acostumbrado a disfrutar,
tanto aquí en la ciudad, como en el campo. Los poemas que anoche me
ayudaron a conciliar el sueño. Uno de Ray Bradbury, sobre “El
hacer que nos hace,” en Zen en el arte de escribir. Otro de
Jorge Luis Borges, sobre “El despertar,” en El otro, el mismo.
Fray Luis de León: “Vida retirada,” (en Poesia completa de
Fray Luis de León) que le he escuchado a mi padre recitar
incontables veces. Y ahora el canto de los pájaros se va haciendo
una sinfonía. Es como un nido de sonido y luz. La luz y el canto van
construyendo el piso sólido bajo mis pies.
(11-10-2017)
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