Empieza el día. Todo es posible, a esta hora. Es el momento en
que la vida está en estado virginal. “Despiértenme las aves con su canto suave
no aprendido, no los muchos cuidados de que es luego seguido...” dice el poema.
De hecho, en seguida vienen las imposiciones, lo aprendido, lo que creo que
debería ser o hacer. Ahora respiro hondo y trato de permanecer en esta línea divisoria
entre este estado previo, y lo que ya está ahí como al acecho, tratando de imponerle
una dirección a mis actos. Me quedo como contemplando y mirando. Viendo qué es
lo que viene, en medio del canto de los pájaros, y de este intento mío por
dejarme ir en el día. Seguir un rumbo. De hecho, ya me alegra haber venido a
escribir, y no haberme lanzado imediatamente a hacer otras cosas. Es decir,
elegí algo que para mí es más auténtico, me plenifica, me da más satisfacción y
sentido. A lo largo del día, será esa conocida lucha entre lo que creo que
debería hacer, lo que me gustaría hacer, y lo que es posible. Creo que la existencia
es mucho esto. Un conflicto entre el deseo y la posibilidad. El deber y la
libertad. Aunque la he buscado, no encontré todavía una receta. Algo infalible
que me garantice siempre hacer la buena elección. La experiencia, la fe. La
observación. La atención. La decisión y la voluntad. Todo está en juego. Todo
será un ir viendo qué es posible en cada momento. Muchas veces no habrá casi
tiempo para reflexionar antes de decidir. Tendré que confiar en mis reflejos.
Buen día.
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