segunda-feira, 13 de fevereiro de 2012

Día nublado

Esa mañana se había levantado molesto por tener que cumplir compromisos que el día nublado, o mejor dicho, y en honor a la verdad, por el mero hecho de ser obligaciones, no quería cumplir. Molesto también por pensar en una pendencia con un editor que no decidía si publicaría o no su libro, mejor dicho (la verdad otra vez), alguien con poca paciencia para entender las impaciencias de quien corre queriendo alcanzar al viento. Ni una cosa ni otra. El día nublado, una cierta pereza que acompaña estos días. Nada que hacer, sin obligaciones. A dormir. El desayuno en la cocina, las risas en familia, reír porque sí, porque es muy lindo y me gusta. Las moscas en estos días de verano. El amor en los tiempos del cólera, que te lleva a otros países, otras gentes, otros lugares y costumbres. Descansas. La literatura borra esas fronteras artificiales de países, de esto y aquello, adentro y afuera, yo y los otros, las cosas y yo, la realidad y yo. Yo soy la realidad, soy todo esto, y esto no tiene fin, es infinito. De a poco, has ido aboliendo esas fronteras artificiales como toda frontera. Ahora las voces de la vecina, el auto que pasa por la calle, los ruidos en la cocina. El día nublado. Un pájaro cantando. Los pájaros cantan siempre, esto es muy notable. Cantan de día y de noche, si llueve o si hay sol. Cantan siempre los pájaros. La lluvia deja el día como entrenublado, o el día nublado y lluvioso crea como una cortina que disuelve los contornos. El pajarito canta.

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