Aquí hace un calor bárbaro, es como si el mundo todo se hubiera transformado en una gran siesta mendocina. Pero uno está en João Pessoa, al borde del mar, y no al borde de la cordillera. Sin embargo, esta mañana cuando pasaba con el auto cerca de un barranco y ví el mar, extenso, la montaña, extensa, vino a mi memoria.
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