segunda-feira, 1 de setembro de 2014

Cuando el pasado se presenta

Hay veces que el pasado se viene con todo, y nos dejamos envolver por él. Es como si nos anidáramos en el tiempo que se fue, que se fue y no se fue. Se fue y se quedó. Está aquí ahora. Hay un solo tiempo. En particular, ahora estoy siendo testigo de una transformación de un pasado al que me había quedado pegado de manera dolorosa, y que de a poco, o tal vez ya casi del todo, está cicatrizándose. Me refiero a lo vivido a partir del golpe de estado de 1976 en la Argentina. Ese recuerdo había quedado como impregnando mi estadía en mi país. Venía como con miedo, y me iba como no habiendo estado. Dejaba de conectarme con el presente, como si tuviera miedo del contacto con la Argentina de aquí y ahora. No sé si es exactamente así, pero es lo que me va pareciendo. En agosto de este año, algo cambió, decisivamente. Participé en una formación en Terapia Comunitaria Integrativa en Paraná, en el centro Mariápolis. El clima de este encuentro hizo que me fuera entregando totalmente a la actividad grupal. Diferentemente de lo que ocurriera en formaciones anteriores, no escapaba de la convivencia, ni tampoco venía a ella acorazado. Me dejé llevar, no podía dejar de participar totalmente. En las conversaciones con los/las participantes, fui sintiendo un clima de confianza en el que me fui dejando envolver. Pude hablar en varias oportunidades, de lo que fue para mí haber sido expulsado de la UNCuyo como subversivo. Haber tenido que exiliarme. Escuché personas que también se habían exiliado. Algunas que perdieron entes queridos. Sentí el cariño de toda esa gente que desde distintos lugares, había venido para trabajarse como persona, para habilitarse a una experiencia más profunda de ser y de existir en el mundo. El clima era tan amigable, y a esto contribuyeron sin duda las jóvenes mujeres del Movimiento Focolares que viven en la comunidad de Mariápolis, que también se integraron a la convivencia, con su trato afable, y con la descripción sucinta de su propia experiencia de vida comunitaria. Hoy al mediodía estuve con mi padre y María, visitando una amiga de la familia de muchos años: Sarita Roitman. Su jovialidad y espíritu alegre dejaron una marca en mí. El pasado vuelve y nos envuelve.

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