Como tantas otras veces, ahora escribo sin tener algún propósito
definido en la mente. A no ser el saber, ese saber que se ha ido afirmando a lo
largo del tempo, de que cada acto de estos, cada venir a la hoja con la
pretensión de aprehender y comunicar algo, me va trayendo más acá. Cada vez más
acá, más hacia el lugar donde estoy, donde soy, donde me puedo encontrar y de
hecho me encuentro con vos, con todas las personas, con el mundo, con el tiempo
que se escapa y vuelve y se queda, eternamente. Ahora acabo de volver de un encuentro
en familia, en Bessa. Una casa que tiene ya muchos recuerdos. Muchas otras
reuniones. Una casa donde ya me he encontrado tantas veces, que estar allá es
como ir al encuentro de mí mismo y de este pequeno o no tan pequeño mundo de
afectos familiares que me constituye. Hoy me llamó la atención un precioso
cuadro de Bagdad antigua. Una lámpara amarilla en el techo de la sala. Unos
revólveres también antigos sobre una madera en el barcito. Y las calles
empedradas. Vuelvo de esta casa a mi casa en Tambaú. Y otra casa em Mendoza dejé
atrás hace unos días. Una casa que me espera también. Tantas casas. Todas las
casas son una sola casa. Una única casa. La casa donde he nacido y vivido hasta
hoy, y donde viviré hasta el instante en que me pase al otro lado,
definitivamente, si es que así son las cosas. Si no, lo sabré al día siguiente
y estaré de nuevo por aquí, como siempre.
Nenhum comentário:
Postar um comentário