domingo, 5 de abril de 2015

Ayer-ahora

Muchas veces, el día ya ha comenzado, pero lo que vivimos en realidad, es una especie de superposición del ayer o los ayeres, varios pasados pesando sobre el presente. Un área fronteriza, una región intermediaria entre lo que fue y lo que es, esto que está aquí pero que sin embargo no sabemos muy bien si es esto que está aquí, o lo que recordamos que estuvo ayer aquí.  De todas formas, el día ya ha comenzado. Con todas estas resonancias del pasado, el día ha comenzado. Escucho los ruidos de la calle. Un perro a lo lejos. Unas gallinas. Las palomas y otros pájaros. Y mientras registro estas cosas, la impresión de que no sé si esto está siendo, o ya fue. Si esto es lo que está ocurriendo, o un resabio de lo que ya ocurrió. Me parece que de algún modo, el presente contiene siempre alguna proporción de pasado. El ayer ahora me viene claro, en el recuerdo. Las sensaciones de cielo, celeste. El verde de la morera que ví en la calle Huarpes al volver del mercadito. El paseo por el barrio, realizando algunas diligencias. La reflexión sobre las palabras del Papa Francisco, de que ahora estamos vivendo el tiempo de la Gracia. Los momentos pasados en compañía de mi padre y mi esposa. Mis hijos e hijas. El recuerdo de mi madre y mis hermanos. Mi familia que está lejos o que ya partió. Todo aquí, tan presente. Esto fue ayer. Y es ahora también al evocarlo. La película de anoche: Love comes softly, la primera de la serie. Todo esto puede ser bastante familiar a quienes estén habituados a la literatura. Jorge Luis Borges en El despertar. Julio Cortázar en Ahí pero donde, como. Graciliano Ramos en Insônia. Marcel Proust en En busca del tiempo perdido: A caminho de Swann. La realidad es más literaria.

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