Escribir es muchas cosas. Es una forma de pasar el tiempo. Y
también es una manera de ir juntando. Juntando personas y lugares. Juntando sentimientos
que el tiempo pudo haber dispersado o dejado más lejos. Los trae más cerca. Me
trae más cerca. Me parece que escribr es también como tejer. Es ir unificando
el vivir y la totalidad. Mi vida y todas las vidas. Mi historia y las historias
de gente que se ha ido mostrando como unida a mi propia historia. La vida va
mostrando su discontinuidad cuando escribo. Las cosas dejan de ser lo que parecen,
y se muestran como son: cambiantes, misteriosas.
Hoy o ayer, u hoy y ayer, veía
un aguaribay por la ventana. Sus hojas ondeando contra el cielo. Era un movimiento
casi inmóvil. Un movimiento apenas perceptible. Personas que he visto ya varias
veces o algunas veces, empiezan a consolidar su fisonomía en mi memoria. Dejan
de ser algo distante o accidental, y pasan a fomar parte de la substancia del
mundo. Pasan a formar parte de mi mundo, de alguna manera. Así voy consolidando
el mundo en el que vivo.
Entonces muchas veces ando por ahí, paso por una calle
o por una esquina, o voy al mercadito o al supermercado o a la verdulería o a
la terminal o a los aeropuertos, y todo eso ya es mío. Todo eso ya se ha ido
consolidando como parte de mi mundo. Es como si fuera juntando todo lo que está
a mi alrededor, y unificándolo con mi percepción y experiencia.
Y lo que voy viviendo
y aprendiendo, o experimentando y compartiendo, se va mostrando con una
característica de unidad. Deja de ser algo fragmentado o roto, separado o disociado,
y pasa a ser una unidad. Se me ocurre que
el hornero debe hacer algo así cuando construye su casita. Yo voy construyendo
mi estar en el mundo, mi propio ser en el mundo, al escribir.
Nenhum comentário:
Postar um comentário