La violentísima
represión policial contra los colegas docentes de Paraná (Brasil)
la semana pasada, tuvo la virtud de traerme de vuelta aspectos
importantes de mi identidad. Mi historia, mis memorias como joven
estudiante resistiendo a la dictadura de Onganía. Todo es como un
rompecabezas que se va armando y desarmando. Armando y desarmando. A
veces tengo la visión de la vida como una realidad física. Un
tejido como de cubos o de hilos que se ordenan y desordenan. Se
desordenan y vuelve a ordenarse. Esto me da un descanso bárbaro, ya
que dejo de pensar tanto y de interpretar. Simplemente veo, y este
ver está asociado a una comprensión integrada. Es diferente de la
comprensón intelectual, ya que incluye a los sentimientos. Es una
comprensión integrada. Probablemente esto tenga que ver con el hecho
de que estoy en Mendoza, y el otoño es una invitación a una
inclusión en un mundo más amplio, de belleza y armonía. A veces me
sorprendo en algunos debates internos sin futuro: a favor o contra el
gobierno. Todo eso está tan lejos. Todo eso está tan en las manos
de intereses corporativos sobre los cuales no tengo el menor poder de
intervención. Pero el mundo más cercano, ese mundo interno y a mi
alrededor, que se ha ido llenando de gente en los últimos tiempos,
ese es mi mundo. Ese es mi lugar.
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