Hoy me desperté con colores. Rojo. Amarillo. Azul. Verde. Blanco.
Negro. Es decir, los colores vinieron en medio de la habitual gira por tantos
lugares, que acontece al ir yo llegando al lado de acá, a la punta del iceberg.
A medida que el tempo fue yendo, me fui dando cuenta de que soy un mandala concéntrico
que se junta y se expande. Antropología cultural. Mosaico. Identidad.
Lo que yo
soy, debe ser parecido a lo que otras personas son. Pero debo ser totalmente
diferente de algún tipo de seres que parecen humanos pero no lo son, en absoluto.
Con los demás, aquellos en los que el equilibrio entre bien y mal pende siempre
hacia el bien, hacia el sol central, vamos tocándonos y juntándonos, chocando y
convergiendo, hacia la unidad que engloba todo lo que existe.
El tiempo unificado
que es una infancia permanente. Un tiempo sin ayer y sin mañana. Un tiempo sin
memoria, que es memoria, sólo memoria. Memoria. Memoria de eternidad. Entonces
sí, entonces supe, entonces sabré ser todo lo que soy. Hombre literario.
Múltiple. Caleidoscópico. Total. Unido. Infinito. Inmortal. Memoria primera de un
tiempo original. El lugar imaginario donde reside la vida. Poético-literariamente.
El Padre José Comblin. Dom Fragoso. Toda mi familia pasada, presente y futura. Mis
amigos y colegas de la Terapia Comunitaria Integrativa y de las redes de que participo.
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