Hay veces que uno demora un poco para registrar un hecho
fundamental. No importa el tiempo que se demore. Importa registrar ese hecho
fundamental. Me refiero al hecho de estar vivo. Aparentemente, se trataria de una
banalidad. Estar vivo estaría dado. No habría nada que hacer al respecto. No es
así, sin embargo. Uno puede estar vivo y no haber registrado este hecho.
Esta mañana
me dí cuenta de que no tengo problemas. Sea lo que sea que me pase, y que yo
considere un problema o dificultad, no es tal, frente al hecho de que estoy
vivo. Y no es que solamente esté vivo físicamente. Estoy vivo completamente.
Física y emocionalmente, como una persona entera. No siempre fue así, en otros
períodos de mi vida.
Hubo tiempos en que mi presencia aquí no era del todo, no
estaba yo totalmente presente. Sé que esto nos ocurre muchas veces a los
humanos. Por un motivo o por otro, no estamos del todo aquí. Estoy conciente de
que he hecho muchos esfuerzos para que se concretizara mi presencia total ahora,
aquí. Pero también tengo plena conciencia de que mis esfuerzos personales no
habrían tenido éxito, sin el concurso de personas y colectivos a los que estoy
vinculado. Mi familia, en primer lugar.
Estuvieron a mi lado todo el tiempo, en
todos los momentos. Los buenos y los malos. Algunos amigos inquebrantables,
incondicionales, que han permanecido en medio de todos los cambios. Mis padres,
especialmente. Es muy fácil que uno pierda la noción de sí. Presiones externas,
violencia, amenazas, chantajes. Muy fácil declararse víctima de las circunstancias,
y sin darse cuenta, empezar a ausentarse. Empezar a falsearse. Empezar a
ignorar el estar aquí. Empezar a ignorarse a uno mismo. Este año me ocurrió de
tener una experiencia crucial. Una formación en Terapia Comunitaria Integrativa
en Mariápolis, Paraná, Entre Ríos, Argentina. Allí fue un recomienzo. El registro del regreso.
Foto: arboleda en Mariápolis (Paraná, Entre Ríos, Argentina)
Nenhum comentário:
Postar um comentário