sexta-feira, 6 de março de 2015

La mirada interna

Cuando relajo la presión de la exigencia interior que me impone la realización constante de tareas, puedo ver hacia adentro. Entonces veo, como ví, el río interior. El agua interna. Las flores celestes. Los floreros que despues podrán transformarse en cuadros. Otras flores. En fin, veo hacia adentro. Es como si la superexigencia fuera una barrera que me separa de mí mismo y de la vida, que es tenue. Cuando relajo un poco y confío, afluye la unidad. Converge en el ahora, un tiempo presente, en el que me puedo ver y puedo ver y sentir a las personas que son significativas en mi vida. Algunas están vivas y otras ya partieron. Pero todo tiene una cualidad de unidad. Todo está aquí. No hay disociación. No existe más una tensión entre un ahora que era rechazado, que no podía ser, en el cual yo tampoco podía ser, y un algo perfecto e imposible de alcanzar que se trataba de sobre imponer a lo que aquí está. Hay solamente el presente. El presente como presencia, el presente como unidad. En la unidad está todo. Me doy cuenta de que esa tensión de la sobre-exigencia se origina en presiones de comportamiento. Tenés que ser así, no podes ser así. Tenés que hacer así, tenés que ser perfecto. No soy perfecto. No existe la perfección. Hay la vida, está el vivir, el presente, en el que voy aprendiendo a fluir otra vez.  

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