A veces no tengo nada para escribir. Sin embargo, al empezar
a escribir, siento de inmediato que es eso lo que tengo que hacer. Esto es lo
que he venido a hacer. Escribo, y entonces sé. Al escribir, algo va viniendo.
El lado de allá y el lado de acá se van igualando. Todo va ocupando su lugar.
Yo voy siendo cada vez más yo a medida que escribo. Por eso lo hago, aún cuando
no tenga nada que escribir. Ahora, por ejemplo, diría de la ida a la
universidad esta mañana. Andar por lugares por donde he andado ya tantas veces.
Los árboles. La capilla ecuménica. El centro de estudiantes. El banco. El
kiosko. La biblioteca central. El sindicato. Todo es como un rompecabezas
perfectamente encajado. Y yo al andar por allí, al caminar por esos lugares, me
voy ubicando también. Escribir es caminar, caminar es escribir. Uno va
escribiendo a medida que vive. Cuando hablamos, algo se ajusta, si es que las hablas
se van encajando. Puede haber un encaje, o no. Generalmente hay algún tipo de
encaje. El mero acto de escuchar el sonido de una voz, ya produce alguna
modificación en mí. Oigo esa voz, y algo en mí se modifica. Cuando hablo, algo en
mí se modifica, y algo en la otra persona también se pone en movimiento. Lo
humano supone siempre encajes recíprocos, de algún modo. Cuando uno va viendo
esta unidad de lo diverso, también experimenta un silencio que nos da placer. Un
silencio interior muy benéfico. Es como si hubiéramos transpuesto la línea del tiempo,
y entrado en otro tiempo y otro espacio. Un tiempo y un espacio unificados. El pasado
está presente, ya no solamente como pasado, sino como presencia a través de la experiencia.
Entonces estoy cada vez más afirmado en mi propia tierra, apoyado en mi propio existir,
del cual me he ido haciendo dueño y del cual me sigo haciendo dueño al
escribir. Voy viviendo cada vez más en un mundo hecho por mí mismo. Esto lo constato
con frecuencia. Me doy cuenta de que mi sensación de estar en el mundo es cada
vez más, una sensación de inclusión. La sensación de estar donde debo estar, y
del modo como debo estar. Del modo como soy. Ya no hay tanto, o no hay más, un desfasaje
entre lo que soy y lo que pienso que debería ser.
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